martes, 14 de julio de 2009

Un humilde pretexto (Editorial)

por Rubén Sacchi

Mi canto fue murmullo de los árboles; así fui un espectro milagroso en el tórax de los bosques.
El lamento de una roca que estaba bajo mis pies fue la llave terrible que abrió las puertas del abismo. Un impulso insensato me atrajo hasta el fondo de un callejón sin salida.
Había cuarenta salidas en ese callejón, pero mi inocencia no cedió a tal truco de espejismos y tomé el ascendente camino que conducía al recinto de las raíces, allí se gestaba una savia salvaje, y una subterránea luna llegó por entre las verjas de una casa antigua a mis pupilas.
La casa. Era una construcción milenaria, sabía que allí me esperaba. Habría de ascender escaleras y ocupar mi lugar en la silla vacía que completaría aquella mesa redonda. Vacilé. Pensé en el canto de los pájaros y los lugares de afuera.
El anciano duende de ojos de caléndula tomó mis cabellos detrás de mis pasos. Un instinto de orígenes improbables me detuvo ante una habitación.
En una mesa de operaciones se produjo la disección de mi espíritu; ocupé mi asiento.
Ya todo dispuesto. De entre la nada descorrida por el viento apareció la figura que invalidó todo pretexto.


Comenzaba el culto a LILITH.

Publicado en Lilith Nº 3, primera época, enero de 1979.

1 comentario:

  1. Rubén es muy importante para nuestra cultura el esfuerzo que hacés para que Lilith siga vigente. Te felicito y admiro tu fuerza.

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