viernes, 20 de agosto de 2010

Y esas ganas tremendas de llorar

por Rubén Sacchi

un aire escapa por la boca
silba un viento la garganta
no es el fueye dormilón
es sordo sonido de miseria
no es acorde de arrabal
es el alma saliéndose del cuerpo
adelantándose a la vida
jugando en fatal orsai
y ya está
¿qué verdad se puede confesar?
-tanto fuego a la amargura
si no hay amigo que se hundió
si no hay ella que vuelva del ayer
si de rayón, ni la mortaja.

El hombre sin nombre

por Roberto Laganá

¿Cuál es el nombre de ese hombre
tan olvidado que ya no tiene nombre?
Que pasó vísperas quemando sueños
en las volátiles llamas de la libertad.
Sostenido por el aire y una sonrisa,
y que aún sobrevive en inciertos territorios
sin llorar la defunción de otros que se inmolan
con la audiencia de un dios permisivo
a dos décimas de la vida y su muerte edénica.
¿Quién devuelve los honores al espermatozoide
que abnegado luchó por ser materia y espíritu
después de escalar peldaños de sangre
en la congoja de un tiempo que aún no llega
y sin saber el nombre de ese hombre?
¿Quién asciende la línea de la transparencia
y halla la roca que a mitad de camino
Sísifo dejó en la sórdida montaña?
Todo sucumbe en tierra de nadie.
Un cráter de bomba sucede a otro cráter
y el invasor deviene su propio enemigo
y la A y la Z entrechocan sus espacios.
La anatomía de un hombre
que ya no tiene nombre estalla en pedazos
con la licencia de un dios permisivo.
En una orilla sin márgenes,
de infinita vastedad y sin ecos
un niño juega al estallido
más allá de los salmos.

Pensamiento colonial, idea de periferia y sistema educativo en Argentina

por Diego L. Forte

Definir el término mentalidad colonial parece ser sencillo a priori, pero a medida que nos internamos en su construcción comprobamos que la tarea no es tan fácil como parecía en un principio. Más aún cuando debemos buscar la definición dentro de un conglomerado gigante de variables sociales como es la construcción de una identidad nacional. Las modernas identidades nacionales, tal como fueron concebidas por la Europa del siglo XIX, unificaban grandes porciones de terreno (y gente) a partir de puntos en común, en realidad a partir de una lengua en común. Del otro lado del Atlántico la situación parecía no muy diferente, pero al constituirse las identidades nacionales en América, la adaptación del modelo no fue sencilla. Si bien la diversidad lingüística presentaba características similares (en lo que a variedad de lenguas se refiere) la situación presentaba particularidades locales. Quienes gestaron las revoluciones y los procesos de independencia eran personas provenientes de países europeos, por lo cual las identidades nacionales americanas se desarrollaron, al menos en un principio, en base al concepto de identidad europeo. Pero la diferencia radical que no puede dejar de notarse aquí es la siguiente: mientras que las naciones europeas construían su identidad a partir de rasgos que definían como propios, los países americanos tomaban los modelos de sus respectivas madres patrias para sus propios proyectos. Esto generó una continuidad ideológica de la cosmovisión europea en el nuevo continente, lo cual permitió la importación de muchos elementos que venían en el paquete con el concepto de nación.
Siendo prácticos y concisos, podemos definir escuetamente periferia al modo del diccionario: algo es periférico respecto de una cosa cuando se encuentra fuera de sus márgenes o alejado de su centro. Apegándonos a esta definición minimalista podemos afirmar que las naciones americanas concibieron su identidad dentro del marco de la cosmovisión europea. Su cultura era europea, también sus valores. Sin hablar de la sangre, la cultura que formó las identidades americanas fue totalmente europea. Pero el centro, el lugar de nacimiento de esos valores estaba al otro lado del Atlántico, por lo cual estas identidades, quisieran o no, eran periféricas.
Históricamente, Argentina ha mirado a Europa primero y a Estados Unidos después, como los lugares centrales. Se ha pensado a sí misma como periferia. París y el iluminismo han sido la cuna de la civilización para Buenos Aires. Esta mentalidad colonial argentina, como parte de la identidad nacional ha sido bastante estudiada, sobre todo por la crítica literaria. La forma en que el argentino medio de finales del siglo XX y principios del siglo XXI observa a Europa y Estados Unidos, el bombardeo constante de los medios locales menospreciando, explícita o implícitamente, de manera constante las actividades desarrolladas en el país comparándolas con equivalentes extranjeros, es algo fácilmente reconocible.
Ahora bien, decir que un elemento ideológico forma parte de la constitución de una identidad nacional es una cosa. En el principio siempre hubo una idea. Lo que no se ve con tanta facilidad es la forma en que esas ideas se perpetúan y reproducen en un marco social dado. Cada nación (al menos dentro del modelo europeo) escoge una serie de valores, conceptos y elementos de diversa índole que considera decisivos a la hora de definirse, al momento de decir esto es lo que somos. Dentro de esos elementos podemos encontrar algunos que pueden verse claramente: lengua, religión, literatura, artes en general, ideas y modelos políticos, etc. Otros no se ven tan fácilmente y estos son, justamente, los elementos que se codifican en la lengua, la segmentación más básica del mundo, las ideas que no se discuten, como por ejemplo el hecho de que Europa es el centro y nosotros periferia.
Althusser le otorga a la escuela un rol decisivo dentro del marco social, la define como uno de los aparatos ideológicos del estado, esto es, uno de los elementos que perpetúan la ideología de la nación. Desde este punto de vista, la escuela no es transmisora de cultura sino reproductora de ideología. Todos esos elementos que el estado concibe como constitutivos de la identidad nacional son transmitidos a través de la educación básica.

Nota completa publicada en Revista Lilith Nº 14, en quioscos y librerías

Políticos y votantes

Por Tomás Cardoso

Cansada del yugo del despotismo, agobiada por el peso de las tiranías que la pusieron de rodillas a lo largo de los siglos, la humanidad necesitaba dar con una idea espléndida, brillante como la Razón, o mejor aún, como ese rayo que una tarde tormentosa en Philadelphia (ciudad célebre por este experimento, y por otro, no tan afortunado) Benjamin Franklin atrapó en una llave, y en cambio, la humanidad encontró la Democracia, o Demagogia, dos traducciones posibles del griego de un sistema que Aristóteles (Política, Libro III) describe y recomienda no seguir. Pronto se descubrió que debajo de su caperucita roja, la inocente niña ocultaba las tremendas fauces de un lobo, con su hambre mal saciada, sed insensata y una vocación de mal nunca antes vista. Un soldado de las Cruzadas, con su oscura mirada de buitre y sus tres dientes rojos, y las alforjas de su caballo cargadas con los despojos robados a los hombres que le dieron sangre a su espada, rompería a llorar como un niño al que la madre acaba de soltar la mano, si por un instante tuviera la desgracia de asomarse a nuestro campo de batalla de todos los días, con sus ejércitos de muñecos de camisa y corbata que nos sonríen desde los carteles publicitarios, con arrogancia de bravos caballeros, aunque sus brazos no tengan la fuerza que se necesita para levantar una espada.
Esta época en la que vivimos no será recordada (como sospechamos al principio) como una segunda Edad Media, sino como una segunda Prehistoria. “Cuando un hombre estúpido hace algo de lo que se avergüenza, dice que es su deber”, escribió George Bernard Shaw en 1901, el primer año del siglo más criminal que guarde la memoria y, aunque ya hemos cruzado la línea de otro siglo, aún seguimos comportándonos con la misma cobardía: hacemos lo que nos ordenan que hagamos, siempre y cuando nuestra seguridad jurídica y nuestras posesiones no se vean amenazadas. Entre otros tantos deberes absurdos que nos seguimos imponiendo (por simple reflejo, del mismo modo en que una gallina sin cabeza da unos pasos antes de darse cuenta que ha muerto) el de votar a nuestros funcionarios públicos acaso no sea el más inofensivo.

Nota completa publicada en Revista Lilith Nº 14, en quioscos y librerías.

Editorial Lilith Nº 14

Mientras escribía estas líneas, bajo el eco de las recientes catástrofes, recordaba el título del maravilloso film de Luchino Visconti: La terra trema. La película, filmada en escenarios naturales y con artistas seleccionados entre los habitantes del lugar, refleja la explotación a que eran sometidos los pescadores en la Sicilia de posguerra. Una historia signada por el dolor y la desgracia en ese suelo volcánico, tierra sometida a violentos temblores similares a los que, interiormente, sacudían las almas de sus moradores.
Hoy, nuevamente tiembla la tierra, pero no en una pequeña isla mediterránea, lo hace alrededor del planeta. Tiembla, además, el alma de los trabajadores a manos de la desocupación y la explotación. Ayer y hoy, uno y otro sismo son producto del sistema de producción capitalista.
Se habla de movimientos inducidos, algo que no debiera sorprendernos si abrimos la mente, por ejemplo, a las innumerables pruebas acerca de la implosión inducida de las Torres Gemelas. Sin embargo, aún en la posibilidad de que el proyecto de la Fuerza Aérea Norteamericana denominado HAARP, para control y modificación del clima, y el desarrollo de los estudios de Nicola Tesla sobre los campos electromagnéticos naturales sean inocuos, podemos concluir que la destrucción sistemática del medioambiente a manos de los paises más poderosos son causa necesaria y suficiente para sufrir estas consecuencias.
Por desgracia, los grandes males no quitan las dolencias cotidianas. En Lanús Este, el joven de 29 años Matías Pena, que había sido detenido por una pelea sin mayores consecuencias, a menos de una hora de encierro aparece “suicidado” en su celda, ahorcado con su propia remera.
Los profesores de física aún se preguntan cómo es que la mayor parte de los terremotos se producen a la misma profundidad, también investigan de qué manera Matías, de 1,90 mts. de altura pudo colgarse de una reja de ventilación a 1,60 mts. y elegir esa postura tan incómoda para dejar el mundo como lo es la de estar en cuclillas. Materia de la psicología ya es la decisión de partir, pleno de salud, rodeado de amigos y padre de tres hermosos hijos.
No todo es oscuro. Acabamos de participar de las Jornadas por la Memoria realizadas en la ciudad de Junín, invitados por S.U.T.E.B.A. Allí presentamos la revista ante una nutrida concurrencia de alumnos de los distintos niveles del colegio secundario y algunos docentes locales y de ciudades aledañas. También participaron Madres de Plaza de Mayo de La Plata y las Abuelas.
Pero como dicen los viejos: “el diablo siempre mete la cola”, un grupo de veteranos de Malvinas solicitó un espacio para hablar de su problemática. En un momento de la exposición, una alumna, editora de la revista Deténgannos, lo inquirió acerca de su posición frente al genocidio a lo que el interrogado, visiblemente molesto, contestó que no lo hubo, que fue una guerra contra la subversión. Todos los jóvenes reaccionaron poniendo en su lugar a los provocadores, desenmascarando sus reales intenciones y evidenciando a todos los presentes que no hay reconciliación posible con los asesinos de los 30 mil compañeros de ayer y los López, Luciano y Matías de hoy, que el único camino viable es el que pasa por la MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA.