miércoles, 6 de octubre de 2010

12 de Octubre: El primer día de la resistencia

por Marcelo Valko (*)

Ciertamente conmemorar un día entre los 365 que tiene un año, no sirve de mucho, apenas para cumplir con el mandato del calendario. Pero si la fecha en cuestión es el 12 de octubre, el asunto adquiere otro matiz. Hasta no hace mucho, cuando estudiábamos en la escuela, festejábamos el Día de la Raza que consistía en celebrar la “providencial” llegada de Colón para “descubrir” estas tierras alejadas de la mano de Dios que confundieron con “Las Indias”.
Hasta no hace mucho, se hacía un poderoso culto de la desmemoria, en realidad se le imponía a la sociedad toda, una pedagogía del olvido y la mentira. Justamente la desmemoria busca borrar culpas, busca mirar para otro lado, procura la inocencia imposible, aspira a que todo siga como está. Pero como ya lo dijo Borges: “solo una cosa no hay y es el olvido”. Y como agregamos nosotros, no existe el olvido porque existen huellas, evidencias, testigos, realidades y documentos que denuncian con toda claridad lo ocurrido. Y todo esta concatenado, y toda está en relación. Justamente los defensores del Día de la Raza , son los mismos que defienden el genocidio perpetrado por el esclavista y anti-obrero Julio Argentino Roca, son los mismos que durante el Proceso de Videla coreaban aquella absurda letanía “por algo será” que repetían como si se tratara de un axioma filosófico capaz de explicar lo imposible de explicar o justificar, como fue la desaparición de decenas de miles de ciudadanos y hasta el secuestro de 500 bebes, de los cuales, felizmente, ya casi un centenar ha sido recuperado.
De un tiempo a esta parte, desde distintos ámbitos educativos, centros culturales, concejos deliberantes, secretarías de culturas municipales, sindicatos y del Congreso de la Nación , comienza a cuestionarse la celebración del “Día de la Raza”. Cada vez es mayor el consenso que no acepta celebrar con júbilo esa invasión. Por ejemplo, en múltiples actos, se conmemora el 11 de octubre como “ultimo día de la libertad americana” y esta bien que así se haga. Es necesario. Sin embargo, en nuestro caso, preferimos celebrar LO PRIMERO en lugar de LO ULTIMO. Preferimos conmemorar el 12 de octubre como el PRIMER DIA DE RESISTENCIA ante ese ultraje, ante esa ocupación criminal que fue la Conquista , que esta tan pero tan lejos de haber sido un edulcorado “encuentro de culturas”.
Por supuesto, algo de este efecto “edulcorante” se advierte en el traslado del feriado del 12 de octubre al primer lunes, para “aprovechar el fin de semana largo”. De ninguna manera se puede comprender o justificar, semejante traslado de una fecha que recuerda el mayor genocidio de la historia de la humanidad. ¿Ustedes se imaginan a los japonenses moviendo la conmemoración del estallido de las bombas atómicas del imperialismo de Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki para aprovechar un fin de semana largo? ¡Es inconcebible!
Actos como los que estos días se están realizando en todo el país, sirven, no para terminar, pero si para herir a la pedagogía de la amnesia y la desmemoria de lo que fue el mayor genocidio de la historia mundial. Estos actos que se multiplican indican un cambio, algo está cambiando, hay deseos de terminar con un país y una historiografía que festeja los genocidios y encumbra a los genocidas.
Los Hernán Cortes, los Francisco Pizarro, los Julio Argentino Roca, los Jorge Videla deben quedar atrás de una buena vez. Deben quedar atrás aquellos racistas que no pueden aceptar la condición humana del indígena, aquellos que necesitan que los pueblos originarios mantengan su lugar de siervo de la gleba, de combustible biológico, de bárbaro sin raciocinio ni cultura, de sirvientes, en definitiva: de esclavos ante la sombra del amo.
Justamente para terminar con ese racismo, para acabar con esa discriminación, nos complace sobremanera esta multiplicación de contrafestejos, y las luchas que se derivan de ellos como las que se están protagonizando en tantos lugares del país para sustituir el malsano nombre de Conquista del Desierto y al genocida Roca.

(*)Prof. Titular de la Cátedra “Imaginario Étnico, Memoria y Resistencia”
Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo

viernes, 20 de agosto de 2010

Y esas ganas tremendas de llorar

por Rubén Sacchi

un aire escapa por la boca
silba un viento la garganta
no es el fueye dormilón
es sordo sonido de miseria
no es acorde de arrabal
es el alma saliéndose del cuerpo
adelantándose a la vida
jugando en fatal orsai
y ya está
¿qué verdad se puede confesar?
-tanto fuego a la amargura
si no hay amigo que se hundió
si no hay ella que vuelva del ayer
si de rayón, ni la mortaja.

El hombre sin nombre

por Roberto Laganá

¿Cuál es el nombre de ese hombre
tan olvidado que ya no tiene nombre?
Que pasó vísperas quemando sueños
en las volátiles llamas de la libertad.
Sostenido por el aire y una sonrisa,
y que aún sobrevive en inciertos territorios
sin llorar la defunción de otros que se inmolan
con la audiencia de un dios permisivo
a dos décimas de la vida y su muerte edénica.
¿Quién devuelve los honores al espermatozoide
que abnegado luchó por ser materia y espíritu
después de escalar peldaños de sangre
en la congoja de un tiempo que aún no llega
y sin saber el nombre de ese hombre?
¿Quién asciende la línea de la transparencia
y halla la roca que a mitad de camino
Sísifo dejó en la sórdida montaña?
Todo sucumbe en tierra de nadie.
Un cráter de bomba sucede a otro cráter
y el invasor deviene su propio enemigo
y la A y la Z entrechocan sus espacios.
La anatomía de un hombre
que ya no tiene nombre estalla en pedazos
con la licencia de un dios permisivo.
En una orilla sin márgenes,
de infinita vastedad y sin ecos
un niño juega al estallido
más allá de los salmos.

Pensamiento colonial, idea de periferia y sistema educativo en Argentina

por Diego L. Forte

Definir el término mentalidad colonial parece ser sencillo a priori, pero a medida que nos internamos en su construcción comprobamos que la tarea no es tan fácil como parecía en un principio. Más aún cuando debemos buscar la definición dentro de un conglomerado gigante de variables sociales como es la construcción de una identidad nacional. Las modernas identidades nacionales, tal como fueron concebidas por la Europa del siglo XIX, unificaban grandes porciones de terreno (y gente) a partir de puntos en común, en realidad a partir de una lengua en común. Del otro lado del Atlántico la situación parecía no muy diferente, pero al constituirse las identidades nacionales en América, la adaptación del modelo no fue sencilla. Si bien la diversidad lingüística presentaba características similares (en lo que a variedad de lenguas se refiere) la situación presentaba particularidades locales. Quienes gestaron las revoluciones y los procesos de independencia eran personas provenientes de países europeos, por lo cual las identidades nacionales americanas se desarrollaron, al menos en un principio, en base al concepto de identidad europeo. Pero la diferencia radical que no puede dejar de notarse aquí es la siguiente: mientras que las naciones europeas construían su identidad a partir de rasgos que definían como propios, los países americanos tomaban los modelos de sus respectivas madres patrias para sus propios proyectos. Esto generó una continuidad ideológica de la cosmovisión europea en el nuevo continente, lo cual permitió la importación de muchos elementos que venían en el paquete con el concepto de nación.
Siendo prácticos y concisos, podemos definir escuetamente periferia al modo del diccionario: algo es periférico respecto de una cosa cuando se encuentra fuera de sus márgenes o alejado de su centro. Apegándonos a esta definición minimalista podemos afirmar que las naciones americanas concibieron su identidad dentro del marco de la cosmovisión europea. Su cultura era europea, también sus valores. Sin hablar de la sangre, la cultura que formó las identidades americanas fue totalmente europea. Pero el centro, el lugar de nacimiento de esos valores estaba al otro lado del Atlántico, por lo cual estas identidades, quisieran o no, eran periféricas.
Históricamente, Argentina ha mirado a Europa primero y a Estados Unidos después, como los lugares centrales. Se ha pensado a sí misma como periferia. París y el iluminismo han sido la cuna de la civilización para Buenos Aires. Esta mentalidad colonial argentina, como parte de la identidad nacional ha sido bastante estudiada, sobre todo por la crítica literaria. La forma en que el argentino medio de finales del siglo XX y principios del siglo XXI observa a Europa y Estados Unidos, el bombardeo constante de los medios locales menospreciando, explícita o implícitamente, de manera constante las actividades desarrolladas en el país comparándolas con equivalentes extranjeros, es algo fácilmente reconocible.
Ahora bien, decir que un elemento ideológico forma parte de la constitución de una identidad nacional es una cosa. En el principio siempre hubo una idea. Lo que no se ve con tanta facilidad es la forma en que esas ideas se perpetúan y reproducen en un marco social dado. Cada nación (al menos dentro del modelo europeo) escoge una serie de valores, conceptos y elementos de diversa índole que considera decisivos a la hora de definirse, al momento de decir esto es lo que somos. Dentro de esos elementos podemos encontrar algunos que pueden verse claramente: lengua, religión, literatura, artes en general, ideas y modelos políticos, etc. Otros no se ven tan fácilmente y estos son, justamente, los elementos que se codifican en la lengua, la segmentación más básica del mundo, las ideas que no se discuten, como por ejemplo el hecho de que Europa es el centro y nosotros periferia.
Althusser le otorga a la escuela un rol decisivo dentro del marco social, la define como uno de los aparatos ideológicos del estado, esto es, uno de los elementos que perpetúan la ideología de la nación. Desde este punto de vista, la escuela no es transmisora de cultura sino reproductora de ideología. Todos esos elementos que el estado concibe como constitutivos de la identidad nacional son transmitidos a través de la educación básica.

Nota completa publicada en Revista Lilith Nº 14, en quioscos y librerías

Políticos y votantes

Por Tomás Cardoso

Cansada del yugo del despotismo, agobiada por el peso de las tiranías que la pusieron de rodillas a lo largo de los siglos, la humanidad necesitaba dar con una idea espléndida, brillante como la Razón, o mejor aún, como ese rayo que una tarde tormentosa en Philadelphia (ciudad célebre por este experimento, y por otro, no tan afortunado) Benjamin Franklin atrapó en una llave, y en cambio, la humanidad encontró la Democracia, o Demagogia, dos traducciones posibles del griego de un sistema que Aristóteles (Política, Libro III) describe y recomienda no seguir. Pronto se descubrió que debajo de su caperucita roja, la inocente niña ocultaba las tremendas fauces de un lobo, con su hambre mal saciada, sed insensata y una vocación de mal nunca antes vista. Un soldado de las Cruzadas, con su oscura mirada de buitre y sus tres dientes rojos, y las alforjas de su caballo cargadas con los despojos robados a los hombres que le dieron sangre a su espada, rompería a llorar como un niño al que la madre acaba de soltar la mano, si por un instante tuviera la desgracia de asomarse a nuestro campo de batalla de todos los días, con sus ejércitos de muñecos de camisa y corbata que nos sonríen desde los carteles publicitarios, con arrogancia de bravos caballeros, aunque sus brazos no tengan la fuerza que se necesita para levantar una espada.
Esta época en la que vivimos no será recordada (como sospechamos al principio) como una segunda Edad Media, sino como una segunda Prehistoria. “Cuando un hombre estúpido hace algo de lo que se avergüenza, dice que es su deber”, escribió George Bernard Shaw en 1901, el primer año del siglo más criminal que guarde la memoria y, aunque ya hemos cruzado la línea de otro siglo, aún seguimos comportándonos con la misma cobardía: hacemos lo que nos ordenan que hagamos, siempre y cuando nuestra seguridad jurídica y nuestras posesiones no se vean amenazadas. Entre otros tantos deberes absurdos que nos seguimos imponiendo (por simple reflejo, del mismo modo en que una gallina sin cabeza da unos pasos antes de darse cuenta que ha muerto) el de votar a nuestros funcionarios públicos acaso no sea el más inofensivo.

Nota completa publicada en Revista Lilith Nº 14, en quioscos y librerías.

Editorial Lilith Nº 14

Mientras escribía estas líneas, bajo el eco de las recientes catástrofes, recordaba el título del maravilloso film de Luchino Visconti: La terra trema. La película, filmada en escenarios naturales y con artistas seleccionados entre los habitantes del lugar, refleja la explotación a que eran sometidos los pescadores en la Sicilia de posguerra. Una historia signada por el dolor y la desgracia en ese suelo volcánico, tierra sometida a violentos temblores similares a los que, interiormente, sacudían las almas de sus moradores.
Hoy, nuevamente tiembla la tierra, pero no en una pequeña isla mediterránea, lo hace alrededor del planeta. Tiembla, además, el alma de los trabajadores a manos de la desocupación y la explotación. Ayer y hoy, uno y otro sismo son producto del sistema de producción capitalista.
Se habla de movimientos inducidos, algo que no debiera sorprendernos si abrimos la mente, por ejemplo, a las innumerables pruebas acerca de la implosión inducida de las Torres Gemelas. Sin embargo, aún en la posibilidad de que el proyecto de la Fuerza Aérea Norteamericana denominado HAARP, para control y modificación del clima, y el desarrollo de los estudios de Nicola Tesla sobre los campos electromagnéticos naturales sean inocuos, podemos concluir que la destrucción sistemática del medioambiente a manos de los paises más poderosos son causa necesaria y suficiente para sufrir estas consecuencias.
Por desgracia, los grandes males no quitan las dolencias cotidianas. En Lanús Este, el joven de 29 años Matías Pena, que había sido detenido por una pelea sin mayores consecuencias, a menos de una hora de encierro aparece “suicidado” en su celda, ahorcado con su propia remera.
Los profesores de física aún se preguntan cómo es que la mayor parte de los terremotos se producen a la misma profundidad, también investigan de qué manera Matías, de 1,90 mts. de altura pudo colgarse de una reja de ventilación a 1,60 mts. y elegir esa postura tan incómoda para dejar el mundo como lo es la de estar en cuclillas. Materia de la psicología ya es la decisión de partir, pleno de salud, rodeado de amigos y padre de tres hermosos hijos.
No todo es oscuro. Acabamos de participar de las Jornadas por la Memoria realizadas en la ciudad de Junín, invitados por S.U.T.E.B.A. Allí presentamos la revista ante una nutrida concurrencia de alumnos de los distintos niveles del colegio secundario y algunos docentes locales y de ciudades aledañas. También participaron Madres de Plaza de Mayo de La Plata y las Abuelas.
Pero como dicen los viejos: “el diablo siempre mete la cola”, un grupo de veteranos de Malvinas solicitó un espacio para hablar de su problemática. En un momento de la exposición, una alumna, editora de la revista Deténgannos, lo inquirió acerca de su posición frente al genocidio a lo que el interrogado, visiblemente molesto, contestó que no lo hubo, que fue una guerra contra la subversión. Todos los jóvenes reaccionaron poniendo en su lugar a los provocadores, desenmascarando sus reales intenciones y evidenciando a todos los presentes que no hay reconciliación posible con los asesinos de los 30 mil compañeros de ayer y los López, Luciano y Matías de hoy, que el único camino viable es el que pasa por la MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA.

jueves, 20 de mayo de 2010

Parlamento Secreto

por Carlos Patiño

“Estos huesos brillando en la noche
estas palabras como piedras preciosas”
Alejandra Pizarnik

Ardillas ojeras diminutas
nuestras palabras juntas ruedan desde el
fondo del pecho
abren
desnudan
mundos
casi siempre
cerrados al ajeno
airean
caminos recoletos
andados cada quien por su lado
cuando ni vos ni yo somos ni éramos.

Estamos
al mando de la noche
cuando la luz es tenue y nubla los
entornos
asordina las voces
escurre la memoria.

A veces nuestros dedos tienden a endurecerse
cuando cruzan la bruma de ayeres ordinarios
y acuden
terrores y desdichas
dolores y secretos
musitados
dolidos
ocultos
en cajas de zapatos
doble vuelta de amarra.

Y soltamos también a cabalgar estrellas
nuestro mismo lenguaje
vagabundo en creaciones:
ese único mundo disponible
para hacer un nosotros.

En esta opaca luz
todo se ha dado vuelta:
en lugar de no vernos
cada palabra más
brillamos uno al otro
cada palabra
como ardillas ojeras diminutas.

jueves, 29 de abril de 2010

Lilith:

La Vera Historia

Nada más molesto para el ser humano, animal de costumbres arraigadas si los hay, que alguien le cambie el esquema de vida, su escala de valores, sus hábitos y costumbres. Con más razón Dios, molde del que salió el hombre a su imagen y semejanza.
¿Qué podía ocurrir cuando, luego de creado el mundo, su propia criatura se le revelara hostil, cuestionadora? ¿Qué, si en medio del equilibrio divino, la mujer planteara un mejor orden, un status que considerase más justo de aplicación que el celestial?


por Rubén Sacchi

UNA CUESTION DE SIGLOS

Cuando Emile Cioran sentenció "el mero hecho de existir es tan terrible que, comparado con él, Dios es pura bagatela" planteaba una cuestión concreta: la vida podría provenir de la divinidad, pero tal entelequia sólo sería pasible, no ya de superarse sino al menos de paliarse, dando la espalda a la existencia o no del creador en cuestión, ya que la propia supone por sí misma un universo difícil de digerir. Pero la disquisición del filósofo rumano no era novedosa. Miles de años antes de Cristo, Lilith, la primera mujer, pateaba el tablero del génesis y decidía que vivir era más importante que amar al dios que la había creado. Transgrediendo así el primer y fundamental mandamiento, mucho antes que Moisés, en el monte Sinaí, recibiera las tablas de la ley.
Desde que el mundo es mundo, no hay crecimiento individual si no se rompe con el esquema paterno. Si no se tuerce el mandato ancestral. La disyuntiva es: prolongar la vida de nuestros padres o vivir la propia, inventarla y recrearla a cada instante. Y esa fue su decisión. Pero Lilith no se quedó allí. La ruptura del modelo incluía la figura del macho dominante. Figura continente que limitaba el ejercicio pleno de su vida, su goce, su placer.
En pos de su independencia, renunció a la protección masculina, al hogar y, sobre todo, a la familia tradicional, eje en el que gira la estructura burguesa de la sociedad y se origina un sistema de explotación basado en el poder y la discriminación.

Más allá de las distintas leyendas que dieron origen al mito, Lilith simboliza hoy la igualdad de la mujer en una sociedad que aparenta darle libertad y participación, pero sólo enmascara su intención de metamorfosearla en objeto de consumo suntuario. Lilith: la condenada. La rebelde e insatisfecha se ha multiplicado en cientos de mujeres que dieron su felicidad y hasta la vida, por un mundo justo, más digno de ser vivido.

PALABRA DE DIOS

"Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra; y los bendijo Dios, diciéndoles: Procread y multiplicaos, y henchid la tierra"(1). Estas palabras, tomadas textuales de La Biblia, nos dan una imagen clara de la creación: hombre y mujer en un mismo acto, igual mandato y una sola bendición. Este matrimonio primordial, ejemplo de la perfección celestial, debía ser, por ende, el paradigma de la felicidad. Pero no fue así. Adán y Lilith nunca encontraron la paz ya que ella, considerándose su igual, no quería adoptar la postura recostada debajo de él durante el acto sexual. Exclamaba: "¿Por qué he de recostarme debajo de ti? Yo también fui hecha de polvo y, por consiguiente, soy tu igual".
Lilith acudió a Dios con sus reclamos de igualdad y éste, por toda respuesta a sus planteos, le impuso la orden de sumisión. Ella postulaba su igualdad por provenir del mismo barro y respirar el mismo aliento, por lo que no acató la directiva divina. No era débil ni inferior, no dependía de los favores de Adán y, antes de someterse y renunciar a sus principios, decidió abandonar el Paraíso.

EL BIG BANG DEL EDEN

La tradición judía, al igual que muchas culturas de la antigüedad, da un valor esencial a la palabra. Considera que todo nombre verdadero abarca las características de lo que alude, por añadidura es posible conocer su esencia, lo que permite adquirir sobre lo nombrado un poder especial. De allí que a Dios se lo considere El Innombrable y sólo se lo pueda sustantivar en forma genérica, ya que mencionarlo equivaldría a un acto de soberbia superlativa. Su verdadero nombre, que nadie conocía, fue revelado a Lilith por el Supremo, víctima de su seducción. Dios le dio alas, a semejanza de los súcubos y así pudo abandonar el Paraíso. Lilith se estableció, desde entonces, en una cueva a orillas del Mar Rojo.
En su nueva residencia tiene como amantes a los Demonios del mundo y desova cientos de miles de nuevos Demonios. Allí llegan en su búsqueda Senoy, Sansenoy y Semangelof, tres ángeles que el Creador envió con la misión de llevarla de vuelta al Edén, so pena de ultimar cien de sus hijos-demonio por cada día que mantuviera su negativa. Lilith decide que esa suerte, aún, es mejor que la vuelta. Los ángeles cumplen su amenaza y ella, furiosa, ruge un juramento que hasta el propio Yahvé escucharía: en venganza por su dolor, mataría a los hijos de Adán, atacaría a los niños y a sus madres durante el nacimiento. Vaticinó también que los recién nacidos niñas estarían en peligro por veinte días y por ocho los varones. Y fue más allá, para compensar la pérdida de sus vástagos, dijo que atacaría en sueños a los hombres para robarles su semen, con el que daría nacimiento a más niños-demonio, que ocuparían el lugar de los asesinados.
Dios no podía contener la tristeza de Adán, por lo que se dijo: "No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda proporcionada a él."… "Hizo pues, Yahvé Dios caer sobre el hombre un profundo sopor; y dormido, tomó una de sus costillas, cerrando en su lugar con carne, y de la costilla que del hombre tomara, formó Yahvé Dios a la mujer, y se la presentó al hombre. El hombre exclamó: 'Esto si que ya es hueso de mis huesos y carne de mi carne'"(2).

LA LILITH MESOPOTAMICA

El origen de Lilith tiene múltiples teorías. La palabra lil, en sumerio, significa aire; el término más antiguo que se encontró es la palabra lili, cuyo plural es lilitu, que en la referida lengua puede definirse como equivalente a espíritu. En muchas culturas la misma palabra que, utilizada para nombrar aire o aliento, se empleaba para espíritu. De ahí su emparentamiento a la figura demoníaca del súcubo, ya en esa antigua ­civilización.

Juan José Abenza nos cuenta que, según la creencia babilonia, los dioses primeros emergieron del Mar Gigante localizado en los cielos, extensión interminable que representaba el Gran Caos del Abismo. Eran llamados los Ab-Zu y constituían poderes estelares conectados con la Gran Profundidad directamente. Quienes seguían su voluntad, los An-Zu, eran poderes lunares y estaban en conexión con el aire del cielo nocturno.
Los más importantes entre estos eran los Abgal, siete semidioses que emergieron de las aguas del Abismo y que fueron creados de ambos sexos a la vez. Lilith era el lado femenino de uno de los espíritus del viento nocturno perteneciente a un grupo de espíritus guías benevolentes llamados Lili (Lilitu) o Lama (Lamatsu). Eran los encargados de guardar las puertas que separaban el plano físico del espiritual y sólo a través de las cuales podía atravesarse de uno a otro. Se hallaban a la entrada de los templos. Lilith, como guía hacia la sabiduría de la inmortalidad, era representada llevando los anillos de Shem, los símbolos más antiguos para mostrar que alguien ha pasado a la inmortalidad cruzando el Submundo y así alcanzar la sagrada sabiduría del Arbol del Conocimiento.
Como guardiana y dispensadora de los misterios del templo, Lilith era la original Mujer Escarlata, y su sacerdotisa realizaba magias sexuales con el resto de sacerdotes y nobles para obtener transformaciones espirituales que le llevasen a la iluminación, además de la regeneración del cuerpo físico para prolongar su vida. Estos misterios incluían un tipo de alquimia física realizado con la sangre que la sacerdotisa eliminaba a través de la menstruación. Aunque originariamente el término Mujer Escarlata se refería a la sangre menstrual, pronto se mezcló con otro símbolo de poder divino: el pelo rojo, ya que muchas culturas de la antigüedad creían que, quien lo poseía, tenía algún antepasado ya ángel, ya demonio, lo que era indicador de un mayor poder, tanto físico como espiritual.
Una representación de un Lamatsu la muestra con cabeza de leona, llevando una serpiente en cada mano en el bote de los dioses que cruza el Submundo.

De esta época datan sus primeras apariciones en escena y es allí donde se enraíza la concepción hebrea, tal vez durante el cautiverio de este pueblo en Babilonia (año 600 a.C.). Se la conocía también como Ardat Lili, nombre proveniente de la palabra ardatu que definía a una doncella joven. Por definición y unidad de conceptos era un demonio en forma de joven mujer, de hábitos nocturnos, que atacaba durante el sueño a los hombres. Se le atribuían los sueños eróticos, además de las eyaculaciones ­nocturnas involuntarias.

En Asiria, Lamatsu, se sindicaba hija de Anu, dios del cielo, quien se introducía durante la noche en las casas para robar o matar bebés en sus cunas o, incluso, antes de nacer. La muerte súbita infantil y el aborto natural, a falta de explicaciones científicas, se asociaban a su accionar. Lamatsu también podía atacar a adultos trayéndoles enfermedad, esterilidad, pesadillas o chupando la sangre de los más jóvenes. Para protegerse de su intervención, las mujeres embarazadas usaban amuletos de Pazuzu, un dios maligno que, según la leyenda, había vencido a Lamatsu.

El "Cantar de Gilgamesh”, considerado uno de los libros más antiguos (año 2700 a.C.) relata la historia de un demonio femenino, tomado como la misma Lilith, que ­reside en el Arbol de la Vida de la diosa Inanna, por lo que su crecimiento y ­producción se ve afectada. El héroe la obliga a salir y huir al desierto. Puede leerse en su ­prólogo:
"Despues de diez años, el árbol había madurado. Pero mientras tanto, ella seguía consternada pensando que sus esperanzas no podrían cumplirse porque durante aquel tiempo un dragón había construido su nido al pie del árbol, el pájaro-zu estaba cuidando a su cría en lo alto y el demonio Lilith había construido su casa en el medio. Pero Gilgamesh, que había oido las plegarias de Inanna vino a su rescate. Cogió su pesado escudo mató al dragón con su hacha de bronce pesado que pesaba siete talentos y siete minas. Entonces el pájaro-zu voló hacia las montañas con su cría, mientras Lilith, petrificada por el miedo derribó su casa y voló hacia el desierto".

La asimilación de las costumbres de cómo desarrollaban las prácticas sexuales las sacerdotisas seguidoras de la diosa griega Hécate, habrían compuesto también parte de esta leyenda. (3)

LA LILITH HEBREA

Aunque sus primeras apariciones fueron en la Mesopotamia, la leyenda toma más fuerza en la tradición judía. El nombre Lilith, proviene aquí de la palabra layil, que ­significa noche. Su historia de creación, disconformidad y huida del paraíso está relatada en el "Alfabeto de Ben Sirah", escrito entre los años 600 y 1100 de nuestra era y es sostenida por la “Kábala”.
No es de extrañar que un pueblo, del que bien sabemos de la rigidez de costumbres, tradiciones y cumplimiento de sus preceptos religiosos en los practicantes ortodoxos de la fe, utilice la figura de Lilith para adjudicarle una serie de culpas que, de otra manera, recaerían en quienes consideran faltas mortales los meros pensamientos o sueños lujuriosos.

También se la menciona en los "Manuscritos del Mar Muerto", con una cita en plural: "Y yo, el Sabio, declaro la grandeza de su resplandor en orden a asustar y espantar a todos los espíritus de los ángeles de la destrucción y los espíritus bastardos, demonios, Lilitas, búhos y chacales y aquellos que atacan inesperadamente para llevar por mal camino al espíritu del conocimiento…" (4)
Una religión monoteísta, de un sólo dios masculino, que rompe la tradición de la Diosa Madre arraigada en las culturas primitivas, no puede aceptar que el fruto de la creación sea hombre y mujer. Hay quienes aseguran que las Sagradas Escrituras han suprimido la figura de Lilith; que, a través de los siglos y bajo el mandato de bulas y concilios, la historia fue modificada. No hay pruebas al respecto, pero de todos modos quiero reproducir aquí la premonición del profeta Isaías en un versículo del “Viejo Testamento”: “Perros y gatos salvajes se reunirán allí, y se juntarán allí los sátiros. También allí Lilit descansará y hallará su lugar de reposo”. (5)

NUESTRA LILITH

Cuando en 1978 leí "El horror de Red Hook", del maestro Howard Phillip Lovecraft, descubrí por primera vez el nombre de Lilith. Estaba por editar una revista y decidí que se llamara así. A partir de ese pequeño hito, se han sucedido infinidad de referencias, desde el “Talmud” a la “Torah”. Es el asteroide 1811 de los astrónomos y el punto vacío que representa La Luna Negra de los astrólogos. Es quien sedujo a Adán para engendrar a Caín, la mujer con cuerpo de serpiente, que tienta a Eva con la manzana y habita los frescos de Miguel Angel en la Capilla Sixtina, y la esposa de Asmodeus, rey de los demonios. Es la Reina de Sheba, de la cual sospechaba Salomón y la compañera de Samael, Satanás, Lucifer o El Angel Caído. Es la Lamia de los griegos y la Brunilda de los Nibelungos.
Pero para nosotros fue algo menos mitológico aunque con igual contundencia simbólica. Significó la libertad. La libertad de elegir. La resistencia a quienes, erigidos en dioses, nos indicaban un modelo de vida donde "el silencio es salud" y "los argentinos somos derechos y humanos". Fue una barricada de independencia y sentido crítico. En síntesis, Lilith fue y sigue siendo una cuestión ética.

NOTAS

(1) La Sagrada Biblia. -10ma. edición-  Versión  directa de las lenguas originales por Eloino Nacar Fuster y Alberto Colunga Cueto, O.P. Génesis, 1, 27-28.
(2) Id. Génesis, 2, 18, 21-23.
(3) "Las hechiceras griegas que adoraban a Hécate eran partidarias de colocarse encima… y así se ve en las primitivas representaciones sumerias del acto sexual". Robert Graves.
(4) Manuscritos del Mar Muerto, 4Q510 frag. 11.4-6a //frag. 10-1f). Son unos 600 rollos escritos sobre cuero y papiro, encontrados a partir de 1947 en 11 cuevas de Jordania, en la región de Qirbet Qumran. Allí se encontraron dos de las copias más antiguas conocidas del Libro de Isaías, donde se menciona a Lilith (años 200 a.C. a 68 d.C.)
(5) Id.(1) Isaías, 34,14.

China

por Eduardo Silveyra

Extenso mar vibra en la arena,
el sol calcina osarios y ruedan secos los pastos del verano.
Todo parece a un paso certero de la muerte
y tengo un año más y menos tiempo.
Una gaviota agita sus alas,
otra las despliega… planea en el aire
y corta al cielo inmenso de angustia y azul.
Cielo cortado con las alas de un pájaro
cae
sobre
mis ojos
cegados…
y en el sueño, un hombre, con los cuernos de hielo,
la mirada de hielo
y el corazón de hielo,
repite: Mañana y mañana y mañana…
Y así el mañana, se torna un recuerdo
del que yazgo tirado en un pedazo de pampa.
Cuando así sucede, se me abren los ojos y digo:
He tenido un mal sueño
y me exilio en amores surgidos antes que el tiempo existiese

II

Me niego la visión ante sonidos precisos…
El sol quema mi cara
y ruedan, ruedan, ruedan por la arena,
los ovillos de pasto,
las madejas hurañas,
en ese territorio de vaho, eterno y plano.
Entonces, recuerdo a un amigo, que tenía un amigo en quien confiar.

III

En la planicie de estos silencios,
Una esfinge se pregunta y se responde a si misma…
la vida es muy corta para dedicarla a un solo juego.
El juego de pensar lo inacabado.
Los pensamientos crecen como flores absurdas
y se derraman como un vaso de agua,
semejante al agua de las lágrimas de unos negros.
Y en el mar, la luz
crece – decrece – crece.
Así hasta el infinito
en el que enmudece toda letanía.

IV

¡Aijuna! Otra vez en este cielo repetido, multiplicado,
tenso como bordona de milonga.
Tentado de universo sordo se evade el tiempo…
las coplas me van brotando…
y bajo la ramazón alguien templaba la garganta… el encordado…
Como agua de manantial…
Y tal vez era mejor un tango, pero,
la inmensidad era un gusanillo
e Ícaro no deseaba un cielo, sino otro laberinto.
Y ahora es el mañana.
La inmensidad repetida en un espejo.
Un espiral.
Un gusanillo que presagia el fin…
Y quizás este poema sea China.
Tal vez, yo sea China… ese territorio…
Las divinidades no me son ajenas.
No ajeno el dragón.
El silencio.
La multitud o los pájaros asimétricos en el cielo tierra siena.
A veces, muda el espanto.
A veces, muda el color.
Entonces, qué invocar…
Los días alegres.
Los días tristes.
Los días perdidos
o mejor nada, después de tanta resurrección,
pues, solo tengo un año más y menos tiempo.
Y ruedan – ruedan los pastos en la arena,
naufragan en el mar,
donde los hombres emergen con cabezas de tortugas
y repiten:
mañana y mañana y mañana…

Del libro "Poemas del Pez Amarillo". Editorial Libros de Tierra Firme. Bs. As. 2004.

lunes, 26 de abril de 2010

De lo invisible del tiempo

por Julio Oscar Peralta

....huesos abandonan la carne ausente,
la imagen desaparece con todas sus formas
y el recuerdo prevalece como quebrado suspiro
en el silencio de un mundo Dado-vuelta....

Necochea, prov. de Buenos Aires. Contacto: juliooscarperalta@hotmail.com

jueves, 22 de abril de 2010

En una de tantas oscuridades

por Julio Oscar Peralta

...las galletitas del no-salvado
acucian al sonámbulo
que ejerce poder sobre su insomnio
acribillado a mansalva
por trozos barbituriqueados
de pequeñas dosis clonazepánicas
para que el sueño llegue
con su golpe certero...
mientras tanto
algunos mates salvan el instante...

Necochea, prov. de Buenos Aires (el mar)

martes, 20 de abril de 2010

La habitación 325

por Ivana Bodrozic Simic

Los traductores tienen el derecho
de no traducir el término.
El mundo sucede alrededor de mí.
Yo vivo en un hotel
y cada día, cuando voy a la escuela
dejo la llave en recepción
en la pequeña casilla nº 325
un poco menos pequeña que la habitación
en la que vivimos
mi madre, mi hermano y yo,
y el televisor que un día
tal vez nos diga
dónde está mi padre.
Hasta entonces tres de todo:
camas, tazas, cucharas,
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
y como cobardes compramos
tres de todo
como si ya no
contáramos con él.
Y hay un cojín para sentarse
hecho de la piel
de su chaqueta que
mi tía salvó de Vukovar,
es más o menos todo,
a mi madre nadie,
nadie
la salvará,
ella pasará años en el pequeño baño
de la habitación 325
escribiendo cartas a mi padre
que está DESAPARECIDO.
Éste es el término oficial.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Si el papel higiénico y la servilleta son hermanos

por Hugo Alberto Ojeda (*)

si el papel higiénico y la servilleta son hermanos
lo mismo que el papel de envolver y el papel de diario
si todos los papeles son hijos naturales de la muerte de un árbol
cuál será el porcentaje de la pureza de este mal poema
escrito en papel-carta-vía-aérea

si el poema debe agradecer los servicios prestados
al obrajero que cortó el árbol lo mismo que el obrero de Celulosa
al vodka nacional lo mismo que a la máquina de escribir
a la música de Los Jaivas lo mismo que a los senos pequeños de mi esposa
¿existe el poeta?

¿es su trabajo un esfuerzo que sirva para algo en los límites
de la realidad?

o todo este simulacro es apenas
un papel escrito
para que mi esposa se limpie los labios que ella
nunca se pinta.

(*) Poeta de Granadero Baigorria, Santa Fe.

Publicado en el Nº 6 de El Pibe Sietecolores, septiembre de 1979. Publicación dirigida por Jorge E. Reboredo.

Retrato proletario

por Williams Carlos Williams (*)

Una joven alta sin sombrero
con delantal

Su pelo cogido atrás parada
en la calle

Un pie en calcetín la punta
en la acera

Su zapato en la mano. Mirando
atentamente adentro

Le saca la plantilla de papel
para dar con el clavo

Que la ha estado lastimando

(*) Poeta norteamericano. Traducción de Ernesto Cardenal (Nicaragua).

Publicado en El Pibe Sietecolores Nº 6, septiembre de 1979. Publicación dirigida por Jorge E. Reboredo.

Para Fernanda

por Jorge Omar Altamirano

Niña
no viertas la miel de tus sentidos
en los zanjones verdosos
del mundo que te muestran.

Niña
no apagues tu sed de colores
con el agua nefasta
del delirio que ronda las ciudades.

Niña
no quiebres tu cansancio
en las almohadas
del empedrado y las visiones etéreas.

Niña
espera que las manos que tu tomes
estén limpias de guerra y mutaciones.
Espera que los príncipes asomen
a tu puerta entornada,
pero no recibas a todos en tu cuarto.

Diles que el verso que está en tu cabeza
antes deberá ser descifrado.

Publicado en El Pibe Sietecolores Nº 5, junio de 1979. Publicación dirigida por Jorge E. Reboredo.

viernes, 26 de febrero de 2010

Potosí,

Un cuento del Tío

por Rubén Sacchi

El grito ancestral
Fue Viracocha quien habló al inca Huayna Cápac, diciéndole: "Ve y conquista las tierras al sur del lago Titicaca en nombre de tu dios y el pueblo quechua". El cacique, ya enfermo, se dirigió hacia las termas de Tarapaya llegando en 1462 al sitio que hoy ocupa la ciudad de Potosí. Allí, su mirada se extasió al observar de frente al maravilloso cerro Sumaj Orcko (Cerro Hermoso), nombre con que los aborígenes llamaban al Cerro Rico que, antes de la superexplotación del hombre blanco se elevaba, señorial, 5.183 m sobre el nivel del mar. Era un cono casi perfecto de una legua de perímetro.
Huayna ordenó a sus huestes explorar la montaña; al intentar excavarla oyeron un terrible estruendo y de sus entrañas una voz les advirtió: "No es para ustedes, Dios reserva estas riquezas para quienes vienen de más allá". ¡Potojsi!, vocablo aymará que significa "que truena o revienta" dio origen al nombre del poblado, marcando su destino de apropiación a manos del rapaz conquistador. El grito de la tierra iniciaba un sufrir que persiste hasta nuestros días.

Del mar los vieron llegar...
Casi cien años más tarde, en 1545 el indígena Diego Huallpa buscaba una de sus llamas perdidas en las laderas del cerro, cuando lo sorprendió la noche. El viento helado lo castigó duramente y debió encender una pequeña hoguera con paja y ramas para sobrevivir. Al amanecer, vio los hilos de plata que el calor del fuego había derretido. Quiso guardar el secreto, pero su mejor vida y generosidad con sus amigos evidenció la situación y fue delatado. Su fortuna duró de enero a marzo ya que, el 1º de abril, los conquistadores Juan de Villarroel, Diego de Centeno y otros tomaron posesión del cerro “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y en nombre de Su Majestad el Emperador de Alemania, España y de los Reinos del Perú”. El 21 de abril de 1545 el registro público anotó al capitán Villarroel y a su yanacona Huanca como descubridores del yacimiento. La primera medida fue obligar a los indios de Cantumarca a fabricar adobes para construir la villa, el inca Chaqui Katari (Pie de Víbora) los enfrentó: cinco españoles y cincuenta indios muertos fue el principio de una práctica habitual.
Carlos V le dio el título de Villa Imperial y un escudo que rezaba: “Soy el rico Potosí, del mundo soy el tesoro, soy el rey de los montes y envidia soy de los reyes”. La riqueza funcionó como un imán, enseguida la ciudad fue la más poblada de América y más aún que las grandes urbes europeas, alcanzando la cifra de 160 mil habitantes. A menos de cuatro décadas había en Potosí ochocientos tahúres y 120 prostitutas, claro que al poco tiempo también contaba con 36 casas de juego y otras tantas iglesias. Pronto hubo 6 mil hornos fundiendo el precioso metal que consumieron todo el combustible que la naturaleza proveía. Ya en 1566 se acabó la tacana, plata a flor de tierra, y comenzaron a implementarse nuevos métodos de extracción. Las condiciones inhumanas a las que eran sometidos los indios mineros acababa con sus vidas tempranamente. Un gigantesco corral de paredes de piedra, que aún hoy existe a la entrada de la ciudad, era el lugar donde se repartían los mitayos, que los caciques tenían la obligación de entregar en reemplazo de quienes morían y que debían contar entre 18 y 50 años.
Escribía Josiah Conder: “En tres centurias, el cerro rico del Potosí quemó ocho millones de vidas. Los indios eran arrancados de las comunidades agrícolas y arriados, junto con sus mujeres y sus hijos, rumbo al cerro. De cada diez que marchaban hacia los altos páramos helados, siete no regresaban jamás” y Luis Capoche, dueño de minas y de ingenios, escribió que “estaban los caminos cubiertos que parecía que se mudaba el reino”. Los miembros de las comunidades habían visto “volver muchas mujeres afligidas sin sus maridos y muchos hijos huérfanos sin sus padres” y tenían la certeza que en la mina esperaban “mil muertes y desastres”. Eran más los que morían por enfermedades que por accidentes, el envenenamiento por mercurio era tan letal como los gases tóxicos del interior de la mina. Ganaba la columna vertebral, debilitaba sus miembros provocándoles temblores y les hacía perder el pelo y los dientes, para matarlos en cuatro años. La neumoconiosis fue la primera enfermedad laboral en el Nuevo Mundo. Mataba tantos indios que Fray Domingo de Santo Tomás, en 1550, llegó a decir que Potosí era la “boca del infierno”, denunciando la barbarie conquistadora y Fray Bartolomé de las Casas afirmaba que los indios preferían ir al infierno al morir, ya que en el cielo estaban los cristianos.
No todas las voces del clero eran benignas, éstas eran más bien una excepción, el padre Gregorio García afirmaba que los indios eran judíos porque “son perezosos, no creen en los milagros de Jesucristo y no están agradecidos a los españoles por todo el bien que les han hecho”. No obstante, el pontífice Paulo III emitió una bula en 1537 declarando a los indios “verdaderos hombres con alma”. Felipe III, monarca de gran sensibilidad dictó un decreto en 1601 proclamando la igualdad de indios y conquistadores y prohibiendo su utilización como animales de carga, a excepción de “que aquella medida hiciese flaquear la producción”.
La única manera de soportar las jornadas interminables en el socavón era con ayuda de la coca, hoja ritual en el reinado de los incas, pero de abusiva implementación por parte de los dueños de las minas. Según registros de la época, mil toneladas de hoja de coca eran consumidas cada año entre los indios mineros.
A fuerza de masticar la hoja y emborracharse, no sentían el hambre ni el dolor pero tomaban, invariablemente, el camino hacia una muerte precoz.

Dios y señor de la montaña
Los caballeros comenzaron a sospechar que los aborígenes, sin control dentro de la mina, pudieran holgazanear, por ello inventaron la figura de El Tío, una imagen aterradora, de aspecto demoníaco, cabeza cornada y fauces dotadas de filosos colmillos. Se cuenta que los españoles crearon la estatua llamándola Dios, pero el alfabeto quechua no incluye el sonido de la letra “d”, por lo que onomatopéyicamente pasaron a llamarlo Tío.
El Tío es un antepasado de nuestro Familiar (nefasto señor de los ingenios del norte argentino) que cuida que los trabajadores cumplan los deberes para con sus amos, castigando a los rebeldes con la muerte. Este patrón de las profundidades rocosas cobró gran fuerza en la iconografía del lugar llegando, con algunas variantes, hasta nuestros días, habiéndose transformado en dueño de la montaña y benefactor de quienes lo reconocen.
Al comienzo de cada jornada, los mineros hacen su ofrenda al Tío. El gusta del alcohol, las hojas de coca y el tabaco. El minero ofrenda un chorro de alcohol sobre su pene, otro a la Pachamama y el tercero lo bebe él, pidiéndole favorezca su trabajo y lo conduzca a hallar una veta que lo haga salir de la miseria.
Otros van más allá y prodigan el sacrificio de alguna llama, con cuya sangre tiñe las paredes del túnel. Los más desesperados llegan a entregar algún feto humano. Esa es la historia que algunos cuentan de uno de los mineros más poderosos de Potosí: Emilio Alave.
La versión dice que era un minero paupérrimo de familia muy numerosa. Vivía en la ruina absoluta y no tenía ya cómo alimentar a su nutrida descendencia. Su mujer encinta perdió el embarazo y él ofrendó ese hijo sin nacer al Tío, enterrándolo en el socavón y diciendo: “Te ofrezco mi hijo a cambio de que me ayudes”. Ese día sus ruegos fueron escuchados y una veta de plata enorme apareció ante los golpes de su piqueta. El Tío devolvía en metal la sangre recibida.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 8 . Sólo en librerías o por pedido.

viernes, 12 de febrero de 2010

La casa vacía

por Stella Maris Roque

Abro la puerta. La casa está vacía, quebrada por el silencio. Camino por el living, la oscuridad lo invade, la biblioteca es lo único que queda. Voy a la cocina, la persiana levantada y a lo lejos un parque oscuro lleno de árboles. Abro la canilla, el agua sale marrón, me ensucia los dedos y las gotas como agujas frías me los parten en mil pedazos. Dejo la canilla abierta. El ruido retumba en la casa hueca, la voz de la abuela corre con el agua, se va por las cañerías. Quisiera que estuviese acá, conmigo, pero el tiempo para ella se detuvo el día que se la llevaron al geriátrico. Tendría que haberme quedado a vivir con ella acá y hubiera evitado que un abismo de recuerdos se hundan en mi garganta.
Me apuro en llegar a la biblioteca. Los libros cuentan la historia de ella, agarro el que vine a buscar: el Martín Fierro, se sabía casi todos los versos de memoria, ahora no se acuerda de nada. Aprieto el libro contra mi cuerpo, y me cae una sola lágrima. En un rincón del living veo un florero con varios pétalos marchitos que se ahogan en un poco de agua sucia, guardo algunos pétalos adentro del libro y lo pongo en la mochila. La abuela no va a volver nunca más. Me acerco al ventanal del living negro, sin sillones, lleno de escarcha blanca. Es agosto, hace frío. Estaba sola, aquí mismo, esperando que mamá viniera a buscarme. Miraba hacia la calle y buscaba su cara. No había gente y eran pocos los autos que pasaban. La abuela se había levantado de la siesta, cuando sonó el teléfono. Un rato antes me había pedido que la ayudara en la cocina. Hasta ese momento creí que mamá no iba a venir. Me senté a la mesa. La abuela trajo galletas. Mamá no iba a venir, ¿Y mi papá? La miré a la abuela y le pregunté: -mi papá, ¿cuándo va a venir a buscarme? Se paró al lado mío. -Tu madre y yo somos tu única familia-me respondió, acariciándome la frente. La agarré del brazo y la empujé, trató de no caer, volví a empujarla y se tambaleó; por unos segundos pensé que se iba a caer, la excusa perfecta para que mamá viniera. La puerta del comedor se cerró atrás de la abuela. Se había ido a su cuarto. Me quedé sola, mirando el televisor apagado.
El ruido del agua me distrae, las gotas se convierten en hielo. Al lado de la cocina, el comedor diario, la mesa no está, ni siquiera el televisor y donde estaba la estufa hay un agujero. En esa estufa, la abuela calentaba mis pijamas antes de que me fuera a dormir. Ella verdaderamente fue la única familia que tuve. Era invierno, la helada cubría el pasto. La abuela me levantó de la cama cubierta con frazadas y me llevó al lado de la estufa a tomar café con leche con pan tostado. Mientras tomaba mi desayuno, la abuela se fue a su cuarto a buscar una aspirina, aproveché y me escapé al parque. Salí descalza y corrí sobre la escarcha, que a cada paso, desaparecía debajo de mis pies. Corrí hasta cansarme, en realidad hasta que la abuela me vio desde la cocina. Se puso a gritar como loca, que me iba a pescar un flemón o una bronconeumonía, que no me iba a dar más chocolates y no se cuántas mentiras más. Seguí corriendo sin hacerle caso, entonces salió desesperada con los pelos parados, las pantuflas y la bata de cama, me agarró de las piernas, me mordisqueó los cachetes y me llevó adentro.Cierro la canilla y camino por la casa en la que bailan las ausencias. Abro la puerta del cuarto de la abuela. La cama vacía, el elástico al aire y un vaso de vidrio sobre la mesa de luz. Me acuesto sobre el elástico frío, -la cama apaga el dolor del puñal -pienso-la cama; una lluvia de tiburones hambrientos. Agarro el vaso y tengo ganas de reírme, tal vez, por vergüenza de que se me haya ocurrido una idea loca como la de los tiburones, -una idea loca-, digo en voz alta, -un vidrio que se enciende contra los vidrios-, pienso, y arrojo el vaso contra la ventana.
La abuela no supo pedirme que me quede, prefería estar sola con sus perros; si me hubiera quedado habría podido decirle cuánto la amo.
Salgo al parque, hace frío y a través de los árboles figuras se doblan con el viento. El pasto está descuidado. Me acerco al rosal que plantamos juntas, las hormigas se comieron las hojas. Me acuesto sobre el tiempo que pasó y huelo la tierra. -Es la última vez- digo. Del otro lado de la puerta me espera la ruta, la ruta, vacía como la casa, la ruta, transparente ante mi huida, esta misma ruta que no volverá a traerme nunca más.

Publicado en la edición impresa de Lilith Nº 10. En quioscos y librerías.

martes, 12 de enero de 2010

Antonín Artaud

un lenguaje anterior a la palabra

por Rubén Sacchi

Bocas del aire del mar
beban la sal de esta luz para sí
ya coman en la eternidad
algo se va a ahogar
es este ardor
y es esta la fiebre del que espera
frente al despertar
vámonos de aquí

Eran los primeros días de setiembre en el puerto de Marsella y culminaba el invierno de 1896. Los pescadores no habían tenido un buen día porque, esa mañana, las fauces del Mediterráneo habían devorado dos de sus barcas, incluyendo a los marinos que las tripulaban. Hacía cuatrocientos años que el conquistador Cristóbal Colón había ido más allá de los confines conocidos por Europa sin hallar monstruos de siete cabezas ni elefantes sobre tortugas que sostuvieran una tierra plana donde, más allá de sus bordes, reinara el abismo infinito. Sin embargo, el temor a lo desconocido era moneda corriente entre los lugareños que, al borde del siglo XX, aún gobernaban sus actos por mitos y supersticiones.
Mientras esto sucedía, un niño soñaba un sueño de dolor y de locura. Deambulaba por corredores abyectos, oscuros de la más terrible negrura. En esa oquedad angustiante intuía, sin llegar a ver, la luz, pero para lograr alcanzarla debía deshacerse de todo el lastre que detuviera su andar y, en ese propósito, supo que el cuerpo, su propio cuerpo, era el peor de ellos.
De pronto, algo lo empujó hacia delante, dos manos aferraron su cabeza y tiraron brutalmente de ella. Un filoso estilete cortó el cordón aparente que lo unía al mundo del que provenía, sólo el aparente, el otro, el invisible, lo seguiría atando de por vida.El niño entonces despertó. Despertó y lloró por la vigilia que comenzaba en un mundo que habría de ser indiferente al dolor de su alma. Eran las 8 del cuarto día del mes y el pequeño Joseph Marie Antonin había por fin nacido.

Algo caía en el silencio.
Un sonido de mi cuerpo.
Mi última palabra fue yo
pero me refería al alba luminosa.

El niño, mimado y sobreprotegido por su madre, Euphrasie Marie Louise Nalpas, no pudo, pese a la coraza materna, escapar a los avatares de la vida: una grave ­meningitis padecida a los cinco años de edad lo puso al borde de la muerte. Salió a flote del trance, pero los disturbios nerviosos lo acompañaron de por vida. Ese episodio y el fallecimiento, en 1905, de su pequeña hermana Germaine de apenas 8 meses, lo enfrentaron a la muerte desde muy temprana edad.
Cuando llegó a París en 1920, había transitado por varias instituciones psiquiátricas y era asiduo consumidor de opio, que podía adquirirse en cualquier farmacia como analgésico para dolores severos. ¿Fue esta adicción la llave de su arte revolucionario? hay quien afirma que lo tomaba para estar normal y poder pensar, libre del dolor. Lo cierto es que Artuad fue el más grande de los poetas malditos de nuestro siglo, que buscó la palabra como medio de liberación, pero también hurgó en un lenguaje corporal, a través del teatro, para desprenderse del sufrimiento que constantemente lo abatía: “Yo añado al lenguaje hablado otro lenguaje, y procuro darle al lenguaje del habla, cuyas misteriosas posibilidades se han olvidado, su vieja eficacia mágica, su eficacia hechizadora, integral. Cuando digo que no representaré obra alguna escrita, quiero decir que no representaré ninguna obra basada en la escritura y el habla, que en los espectáculos que voy a montar habrá una parte física preponderante, y que ésta no podrá fijarse y escribirse en el lenguaje habitual de las palabras; y que incluso la parte hablada y escrita lo será en un sentido nuevo”. Artaud plantea el habla como ­último recurso para clarificar las manifestaciones espirituales, como un elemento psíquico que se expresa cuando las almas perdieron su capacidad de comunicación.

La guerra y las mujeres

en la literatura de Mercè Rodoreda

por Diego Luis Forte

El papel de las mujeres durante la guerra civil española no puede ser entendido sin tener en cuenta el contexto de finales del siglo XIX y principios del XX: ellas no participaban en la cultura, la economía o la sociedad en general, tarea siempre reservada a los hombres. Por el contrario quedaban recluidas en la esfera privada del hogar y, si trabajaban, sujetas a una división sexual y clasista del trabajo. La enseñanza pública era algo raro a principios del siglo XX pues la educación estaba monopolizada por la iglesia católica y ésta no hacía mucho por educarlas en un sentido más abarcador que el de ser "la perfecta ama de casa y madre de sus hijos".
Una mujer común, inmersa en ese contexto, es la que nos habla en La plaça del diamant de Mercè Rodoreda. Una mujer que no sólo debe luchar contra el medio adverso que el imaginario social de su época marcaba, sino que además debe sortear los problemas que la guerra impone y mantener a sus hijos.
Los elementos que Rodoreda utiliza para estructurar su relato nos brindan una visión que, desde la simpleza y la ingenuidad, nos obliga a confrontar la crudeza de la guerra y su impacto en la vida diaria de quienes peleaban la otra batalla. Es la voz femenina la que ordena la obra y la verdadera protagonista de La plaça del diamant. La forma en que Natalia-Colometa narra su vida y describe lo que la rodea puede ser calificada, como se señaló anteriormente y en una primera impresión, de ingenua o desinteresada en lo que refiere a la realidad social, pero una lectura más profunda permite reconocer elementos que indican otras interpretaciones.
En principio, en la obra se delimitan por lo menos dos planos que permiten un análisis diferenciado de sus funciones y elementos:
La descripción que Natalia-Colometa hace de la guerra y lo que ella percibe.
La forma en que Rodoreda utiliza esos elementos para mostrar la realidad de las mujeres.
En cuanto al primer punto, a lo largo de la novela Natalia articula sus percepciones con observaciones, en muchos casos detalladas, de la vida cotidiana. Cuenta lo que ve, lo que oye, en definitiva, lo que siente, pero sin emitir juicio de valor al ­respecto. Es importante señalar que Quimet, quien será su marido, es un elemento de peso que pone en evidencia el sometimiento femenino. Natalia tenía novio antes de conocerlo, pero eso no fue un obstáculo para que él, de forma unilateral y ejerciendo su poder de dominación, decidiera que, antes de un año, ella sería su esposa: "...le dije a aquel muchacho que mi novio hacía de cocinero en el Colón y se rió y me dijo que le compadecía mucho porque dentro de un año yo sería su señora...". Con esa misma arbitrariedad y como una forma de reafirmar el poder y el dominio sobre ella, le cambia el nombre. Su condición de hombre le brinda la autoridad suficiente para hacerlo: son los hombres los que tienen el poder sobre las mujeres; son los padres los que dan nombre a los hijos e hijas; las mujeres se casan y toman el apellido de los maridos: "... usted y yo bailaremos un vals de puntas en la Plaza del Diamante... gira que gira, Colometa. Me le miré muy incomodada y le dije que me llamaba Natalia y cuando le dije que me llamaba Natalia se volvió a reír y dijo que yo sólo podía tener un nombre: Colometa". Comparado con la perspectiva religiosa, que aparece en el sermón del casamiento, es Adán quien da nombre a los animales y a las cosas en el paraíso.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 5. Sólo en librerías o por pedido.

viernes, 8 de enero de 2010

El peor analfabeto es el analfabeto político

por Bertolt Brecht

El peor analfabeto es el analfabeto político
No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos.
No sabe que el costo de la vida,
el precio del poroto, del pan, de la harina,
del vestido, del zapato y de los remedios,
dependen de decisiones políticas.

El analfabeto político es tan burro
que se enorgullece y ensancha el pecho
diciendo que odia la política.

No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta,
el menor abandonado,
y el peor de todos los bandidos
que es el político corrupto, mequetrefe
y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.

domingo, 3 de enero de 2010

Una carta para Jorge

por Rubén Sacchi

a J.E.R.

Compañero:
Acá me tiene escribiendo estas líneas,
como siempre,
a máquina.
Usted sabe como son
estas madrugadas de primavera:
frescas pero agradables y,
es increíble,
pero el viento
trae el nombre de los torturados:
Villa Devoto 1973.
También el de los muertos...
(callemos su nombre).
Hay algo, compañero,
que no llego a comprender:
Me quedó una bolsa verde
y un vaso de vino tinto.
Una raya al costado
y una onda obstinada en caer.
Una mirada perdida
y una sonrisa triste,
pero parte de la cara.
(el resto hay que olvidarlo).
Le quería hablar
de las cosas de acá.
Los pájaros cantan con muchas ganas
y parece que va a haber sol.
Todavía hay rocío en el pasto
y la sangre está caliente.
Pero hay cosas que no sé.
Las de allá, por ejemplo.
Dígame, compañero,
¿es fácil morirse
sabiendo que ya no hay más nada?
Y ¿qué seguridad tiene usted
de esta estúpida manera de comunicarnos?
Y, al menos,
¿tendré alguna esperanza
de que esta carta 1e llegue?
Es que estoy medio falto de fe ¿vio?
es que usted ya es polvo,
aire,
río...
no se...

Pero...
vamos al tema que nos ocupa.
Nuestro ejército
sigue intacto
y en armas.
No lo distraigo más ¡Hasta siempre!

Del libro inédito Poemas desde la trinchera (1985).

Papel Doblado

por Jorge Eduardo Reboredo

Arrastraré mis rodillas y la lengua
con el cadáver del poema.
El tiempo, abril extraño estéril
mi saludo.

No contaré nunca más lo que me pasa.
Dejaré de mirar a los trenes;
pesados rinocerontes de hierro viejo,
metal y acero; piedra y balasto,
encajonando a la gente
siendo las 18.

No escribiré ninguna carta triste.
Ninguna más con ojos
que se quedaron sordos en la noche.

Y ese calor que se va;
papel doblado.
Un gesto final en esa mueca,

- y el olor de la muerte.

De "Atenciones". Publicado en el Nº 3 de la revista literaria Vivir en la Poesía, año 1982.