jueves, 29 de abril de 2010

China

por Eduardo Silveyra

Extenso mar vibra en la arena,
el sol calcina osarios y ruedan secos los pastos del verano.
Todo parece a un paso certero de la muerte
y tengo un año más y menos tiempo.
Una gaviota agita sus alas,
otra las despliega… planea en el aire
y corta al cielo inmenso de angustia y azul.
Cielo cortado con las alas de un pájaro
cae
sobre
mis ojos
cegados…
y en el sueño, un hombre, con los cuernos de hielo,
la mirada de hielo
y el corazón de hielo,
repite: Mañana y mañana y mañana…
Y así el mañana, se torna un recuerdo
del que yazgo tirado en un pedazo de pampa.
Cuando así sucede, se me abren los ojos y digo:
He tenido un mal sueño
y me exilio en amores surgidos antes que el tiempo existiese

II

Me niego la visión ante sonidos precisos…
El sol quema mi cara
y ruedan, ruedan, ruedan por la arena,
los ovillos de pasto,
las madejas hurañas,
en ese territorio de vaho, eterno y plano.
Entonces, recuerdo a un amigo, que tenía un amigo en quien confiar.

III

En la planicie de estos silencios,
Una esfinge se pregunta y se responde a si misma…
la vida es muy corta para dedicarla a un solo juego.
El juego de pensar lo inacabado.
Los pensamientos crecen como flores absurdas
y se derraman como un vaso de agua,
semejante al agua de las lágrimas de unos negros.
Y en el mar, la luz
crece – decrece – crece.
Así hasta el infinito
en el que enmudece toda letanía.

IV

¡Aijuna! Otra vez en este cielo repetido, multiplicado,
tenso como bordona de milonga.
Tentado de universo sordo se evade el tiempo…
las coplas me van brotando…
y bajo la ramazón alguien templaba la garganta… el encordado…
Como agua de manantial…
Y tal vez era mejor un tango, pero,
la inmensidad era un gusanillo
e Ícaro no deseaba un cielo, sino otro laberinto.
Y ahora es el mañana.
La inmensidad repetida en un espejo.
Un espiral.
Un gusanillo que presagia el fin…
Y quizás este poema sea China.
Tal vez, yo sea China… ese territorio…
Las divinidades no me son ajenas.
No ajeno el dragón.
El silencio.
La multitud o los pájaros asimétricos en el cielo tierra siena.
A veces, muda el espanto.
A veces, muda el color.
Entonces, qué invocar…
Los días alegres.
Los días tristes.
Los días perdidos
o mejor nada, después de tanta resurrección,
pues, solo tengo un año más y menos tiempo.
Y ruedan – ruedan los pastos en la arena,
naufragan en el mar,
donde los hombres emergen con cabezas de tortugas
y repiten:
mañana y mañana y mañana…

Del libro "Poemas del Pez Amarillo". Editorial Libros de Tierra Firme. Bs. As. 2004.

1 comentario:

  1. Gracias Rubén, es un poema que quiero mucho. me alegra que te haya gustado. Silveyra

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