por Jorge Eduardo Reboredo
Arrastraré mis rodillas y la lengua
con el cadáver del poema.
El tiempo, abril extraño estéril
mi saludo.
No contaré nunca más lo que me pasa.
Dejaré de mirar a los trenes;
pesados rinocerontes de hierro viejo,
metal y acero; piedra y balasto,
encajonando a la gente
siendo las 18.
No escribiré ninguna carta triste.
Ninguna más con ojos
que se quedaron sordos en la noche.
Y ese calor que se va;
papel doblado.
Un gesto final en esa mueca,
- y el olor de la muerte.
De "Atenciones". Publicado en el Nº 3 de la revista literaria Vivir en la Poesía, año 1982.
domingo, 3 de enero de 2010
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