por Sergio Rigazio
Así es como se hace
un asado:
no haciéndolo.
Te servís un vaso de vino,
otro
y otro.
Te ponés un pantalón de tu suegro,
para no ensuciarte los tuyos,
para no ensuciar los que usarás en el trabajo
mañana.
Y tu suegro ya falleció,
y era buen tipo.
Y hay algo ahí,
cuando te ves enfundado en esos pantalones
enormes.
Hay algo que te hace sentir bien.
Es domingo,
generalmente lo hacés un domingo,
en una casa que no es tu propia casa.
Y en medio de todo eso,
con la cara caliente,
cerca del fuego,
pensás que algo está cambiando en tu vida.
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Maravilloso.
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