viernes, 20 de agosto de 2010

Pensamiento colonial, idea de periferia y sistema educativo en Argentina

por Diego L. Forte

Definir el término mentalidad colonial parece ser sencillo a priori, pero a medida que nos internamos en su construcción comprobamos que la tarea no es tan fácil como parecía en un principio. Más aún cuando debemos buscar la definición dentro de un conglomerado gigante de variables sociales como es la construcción de una identidad nacional. Las modernas identidades nacionales, tal como fueron concebidas por la Europa del siglo XIX, unificaban grandes porciones de terreno (y gente) a partir de puntos en común, en realidad a partir de una lengua en común. Del otro lado del Atlántico la situación parecía no muy diferente, pero al constituirse las identidades nacionales en América, la adaptación del modelo no fue sencilla. Si bien la diversidad lingüística presentaba características similares (en lo que a variedad de lenguas se refiere) la situación presentaba particularidades locales. Quienes gestaron las revoluciones y los procesos de independencia eran personas provenientes de países europeos, por lo cual las identidades nacionales americanas se desarrollaron, al menos en un principio, en base al concepto de identidad europeo. Pero la diferencia radical que no puede dejar de notarse aquí es la siguiente: mientras que las naciones europeas construían su identidad a partir de rasgos que definían como propios, los países americanos tomaban los modelos de sus respectivas madres patrias para sus propios proyectos. Esto generó una continuidad ideológica de la cosmovisión europea en el nuevo continente, lo cual permitió la importación de muchos elementos que venían en el paquete con el concepto de nación.
Siendo prácticos y concisos, podemos definir escuetamente periferia al modo del diccionario: algo es periférico respecto de una cosa cuando se encuentra fuera de sus márgenes o alejado de su centro. Apegándonos a esta definición minimalista podemos afirmar que las naciones americanas concibieron su identidad dentro del marco de la cosmovisión europea. Su cultura era europea, también sus valores. Sin hablar de la sangre, la cultura que formó las identidades americanas fue totalmente europea. Pero el centro, el lugar de nacimiento de esos valores estaba al otro lado del Atlántico, por lo cual estas identidades, quisieran o no, eran periféricas.
Históricamente, Argentina ha mirado a Europa primero y a Estados Unidos después, como los lugares centrales. Se ha pensado a sí misma como periferia. París y el iluminismo han sido la cuna de la civilización para Buenos Aires. Esta mentalidad colonial argentina, como parte de la identidad nacional ha sido bastante estudiada, sobre todo por la crítica literaria. La forma en que el argentino medio de finales del siglo XX y principios del siglo XXI observa a Europa y Estados Unidos, el bombardeo constante de los medios locales menospreciando, explícita o implícitamente, de manera constante las actividades desarrolladas en el país comparándolas con equivalentes extranjeros, es algo fácilmente reconocible.
Ahora bien, decir que un elemento ideológico forma parte de la constitución de una identidad nacional es una cosa. En el principio siempre hubo una idea. Lo que no se ve con tanta facilidad es la forma en que esas ideas se perpetúan y reproducen en un marco social dado. Cada nación (al menos dentro del modelo europeo) escoge una serie de valores, conceptos y elementos de diversa índole que considera decisivos a la hora de definirse, al momento de decir esto es lo que somos. Dentro de esos elementos podemos encontrar algunos que pueden verse claramente: lengua, religión, literatura, artes en general, ideas y modelos políticos, etc. Otros no se ven tan fácilmente y estos son, justamente, los elementos que se codifican en la lengua, la segmentación más básica del mundo, las ideas que no se discuten, como por ejemplo el hecho de que Europa es el centro y nosotros periferia.
Althusser le otorga a la escuela un rol decisivo dentro del marco social, la define como uno de los aparatos ideológicos del estado, esto es, uno de los elementos que perpetúan la ideología de la nación. Desde este punto de vista, la escuela no es transmisora de cultura sino reproductora de ideología. Todos esos elementos que el estado concibe como constitutivos de la identidad nacional son transmitidos a través de la educación básica.

Nota completa publicada en Revista Lilith Nº 14, en quioscos y librerías

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