viernes, 20 de agosto de 2010

El hombre sin nombre

por Roberto Laganá

¿Cuál es el nombre de ese hombre
tan olvidado que ya no tiene nombre?
Que pasó vísperas quemando sueños
en las volátiles llamas de la libertad.
Sostenido por el aire y una sonrisa,
y que aún sobrevive en inciertos territorios
sin llorar la defunción de otros que se inmolan
con la audiencia de un dios permisivo
a dos décimas de la vida y su muerte edénica.
¿Quién devuelve los honores al espermatozoide
que abnegado luchó por ser materia y espíritu
después de escalar peldaños de sangre
en la congoja de un tiempo que aún no llega
y sin saber el nombre de ese hombre?
¿Quién asciende la línea de la transparencia
y halla la roca que a mitad de camino
Sísifo dejó en la sórdida montaña?
Todo sucumbe en tierra de nadie.
Un cráter de bomba sucede a otro cráter
y el invasor deviene su propio enemigo
y la A y la Z entrechocan sus espacios.
La anatomía de un hombre
que ya no tiene nombre estalla en pedazos
con la licencia de un dios permisivo.
En una orilla sin márgenes,
de infinita vastedad y sin ecos
un niño juega al estallido
más allá de los salmos.

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