por Yamila Greco
en una tierra donde
en una tierra donde
los muros se alimentan
de golpes
manos descarnadas
el símbolo es la desgracia
que circunda que persigue
sospecho
que bajo la arrogancia
existe
la metástasis de Dios
un dolor insoportable
pareciera caminar
sobre lo llano
podría ser la trampa
que resulta
cuando la lengua dormita
los latidos existentes
bajo el torso petrificado
de la angustia
el puño del tirano
defraudó mi mejilla
dejó gélida mi boca
tanto frío para soportar
incluso
las miradas
habría que sellar
con tierra
las ventanas los postigos
proteger las costras
que cargamos como bestias
contra la carcajada pública
del corazón
no hay quien
se libre del látigo
quien olvide
los contornos
tal vez finalmente
me estoy acercando
es posible contraer
los precipicios
provocar la forma
que delate
que repugne
ya no brotan visitas
no tiemblan las puertas
advierto el canto
de los que simulan
mi muerte
la humanidad postrada
cuyo manto
desconoce la silueta
incluso el gemido
adorna los espejos
la letra torcida para acaecer
del otro lado
sucede así
si es que huyen
o revelan la sustancia
que torna piedra
a los cuerpos
existe una voz
que suplica
una voz que se alza
impúdica en el Manicomio
donde no tiene escoltas
la apariencia
ni hay riesgo de división
ni simpatías
que se diga lo siniestro
y lo impalpable
es posible reunir
todos los gritos
y aún así
que nadie escuche
añoro nada
el fondo de un ademán
quizás humano
nada
recto es el lugar
del disimulo
escucho el llanto
de todo aquello
que no debiera
haber nacido
Dios aún respira
Tal vez ninguno debiera haber nacido, así Dios nunca hubiera respirado.
ResponderEliminarIntrodujo amor al silencio, y reconstruyó la existencia
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